Educación Emocional para Profesionales del Ámbito Sanitario

El sector de la sanidad (atención especializada) es, junto al de la educación (enseñanza secundaria), la actividad laboral que tiene un mayor índice de riesgos de carácter psicosocial (Informe Técnico de la Incidencia de los Riesgos Psicosociales 2007, elaborado por el Observatorio Permanente de Riesgos Psicosociales de la UGT), lo cual se traduce en un incremento del absentismo laboral y de las bajas producidas por trastornos de carácter psicológico (ansiedad, estrés, depresión, etc.). Según este mismo informe los factores de mayor riesgo psicosocial son la carga mental, la falta de autonomía y las relaciones laborales.
La educación emocional es un proceso educativo que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social (Bisquerra, 2000).
De la misma forma que se pueden prevenir las enfermedades de transmisión sexual o los accidentes de tráfico, a través de un proceso psicopedagógico, también se puede prevenir el malestar subjetivo que experimentan con frecuencia algunos de los profesionales del ámbito sanitario.
Para ello es necesario desarrollar una serie de competencias emocionales: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, competencias sociales y habilidades de vida. Se trata de una serie de conocimientos, habilidades y actitudes que nos permiten saber qué hacer con las emociones y que nos ayudan a hacerlo.
Estas competencias funcionarían como un sistema de seguridad emocional que nos protegerían en caso de accidente emocional y se podrían asemejar al sistema de seguridad de un coche. Los vehículos tienen dos sistemas de seguridad, uno activo y otro pasivo. El activo hace referencia al conjunto de mecanismos o dispositivos destinados a disminuir el riesgo de que se produzca un accidente (por ejemplo, disponer de unos frenos eficaces o de unos neumáticos y amortiguadores en buen estado). El pasivo se encarga de minimizar los posibles daños de los ocupantes del vehículo en el caso de que llegue a producirse un accidente (por ejemplo, hacer uso de los cinturones de seguridad o disponer de airbag).
De la misma forma, el sistema de seguridad emocional dispone de unos elementos que hacen referencia a una seguridad activa y que nos permite prevenir colisiones emocionales como el estrés, el burn-out o la depresión. Algunos elementos que forman parte de este sistema activo de seguridad, y que se engloban dentro de las competencias emocionales anteriormente citadas, son, por ejemplo, tomar conciencia de las propias emociones y de las de los demás, practicar la comunicación receptiva, la empatía o la asertividad.
La seguridad pasiva de este sistema de seguridad emocional englobaría habilidades como desarrollar una autoestima sana, la capacidad de automotivarse, la resiliencia o disponer de una alta tolerancia a la frustración. Todas estas habilidades nos protegen en caso de vivir contratiempos a nivel emocional.
En definitiva, si queremos circular con seguridad y llegar al destino que nos hemos propuesto; si queremos evitar accidentes y, a la vez, estar preparados para posibles colisiones; si queremos disfrutar del viaje es necesario cuidar nuestro coche y desarrollar un efectivo sistema de seguridad a través de la educación emocional. Evitaremos, así, tener que desplazarnos en ambulancia.
Sergio García Díaz
Psicólogo
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